Toca y mira todas las partes de tu cuerpo, y todas las zonas que tienes menos visitadas. Para esto, consigue un pequeño espejo que te ayude a llegar a esos lugares donde tu mirada sola no alcanza.
Vas palpando, reconociendo, acariciando… para descubrir las sensaciones y percepciones que se despiertan con ese contacto: suavidad, aspereza, dureza, tensión, relajación, calor, frío, humedad, dolor, placer, cosquillas, vibraciones, pulso, flujo sanguíneo, de aire, color, flacidez…
Explora desde la epidermis hasta el hueso, de los cabellos a las uñas de los pies. Toma tu tiempo en cada zona, para hacer un recorrido dándote cuenta de lo que sientes.
Encuentra tu comodidad: usa un albornoz o una sábana si lo necesitas.